¡Que viva la mierda!


Puedo imaginar que más de uno al leer únicamente el título del post, puede llegar a pensar “a esta chica se le fue la cabeza”..., y oye… no le voy a llevar la contraria. Todos tenemos momentos de cordura y momentos de locura ¿no?


En los últimos meses, por circunstancias y caprichos del destino, me ha tocado revolverme “bastante” en ella, y obviamente ¿a que humano le gusta revolcarse en la mierda? A nadie ¿no? (vamos a no nombrar excepciones, que también existen los que son más locos que cuerdos, jeje)


Pero a veces, es inevitable toparse con ella…


A veces puedes ir tan tranquilamente paseando por la vida, y de repente pisar la mierda que “otro” ha dejado esparcida en el camino por el cual inevitablemente te tocaba pasar. Podemos verlo como un “pequeño” conflicto momentáneo, el cual puede tener tal fácil solución como limpiar tu zapato en suelo limpio y firme, o podría terminar en una guerra de titanes entre el “¿Por qué dejaste la mierda ahí en medio?” y el “La culpa es tuya por no mirar donde pisas”... 


También está la mierda del bebé… esa que no nos queda más remedio que manejar y limpiar nosotros, porque esa criatura “indefensa” aún no cuenta con las capacidades para hacerlo por sí misma… Ahí toca ponerse el traje de “super mamá/papá”, remangarse las mangas y rezar para que la mierda sea lo menos apestosa posible...


Luego está la mierda que te llueve de regalo, como si fuera el premio del Gordo de la Primitiva… Sin esperarlo ¡¡Zas!! en toda la cabeza! ¿A alguien le ha caído alguna vez una cagada de un “lindo pajarito”? Esa fastidia aún más que la que te encuentras en el suelo, ya que al fin y al cabo, si hubieras mirado bien, te la podrías haber ahorrado, pero la del “lindo pajarito”... ¡esa si que fastidia! No te la esperas, te cae de sorpresa, te deja petrificado aunque sea por unos segundos, y encima, puede llegar a ser densa y angustiosa de limpiar… ¡¡Y no hablemos de las posibles secuelas!! A partir de ese momento podemos comenzar a odiar a todos los posibles “lindos pajaritos” jajaja.


Pero no es de ninguna de estas mierdas de las que quería hablar exactamente. En esta ocasión pretendía tratar sobre mierdas “más profundas”, las nuestras propias…


Yo creo que todos, en algún momento, nos hemos parado a pensar/valorar las cosas que nos “tragamos”, que callamos, que aguantamos… Ya sea por una buena causa o un bien justificado, no dejan de ser acciones que van en contra de nuestra persona, aún siendo por decisión propia. Tampoco se trata de que no tengamos filtros, ni vayamos arrasando allá por donde vayamos, pero sí de ir encontrando un equilibrio entre aquello que suelto y aquello que me guardo, para que así, nuestro “recipiente” no termine reventando. 


Como dice aquel dicho que todos habrán escuchado… “se rebosó el vaso”... pero no es exactamente ese vaso al recipiente al que me refiero en esta ocasión. El vaso se llena a base de aguantar una situación/es determinada/s. Nos agotamos, nos cansamos y explotamos en lo que se refiere a dicha situación. Digamos que ese vaso o esos vasos que vamos llenando, son pequeños envases contenidos en el “gran recipiente de mierda”. 


Este recipiente contiene toda clase y tipo de mierda que hemos contenido durante toda nuestra existencia, desde que nacemos, hasta nuestro momento actual, por lo cual más de uno se podrá hacer una idea de lo apestoso y putrefacto que puede ser el dichoso recipiente. 


Pero, ¿qué pasa cuando el envase revienta? Pues que terminas con un montón de pedacitos de mierdas repartidos a tu alrededor como si de un campo de batalla se tratara… 

Les aseguro que el panorama puede resultar auténticamente aterrador… Allá donde mires, encuentras “mierda esparcida no identificada”, y me refiero en estos términos, porque hay pedazos que no sabes ni tienes conciencia que diantres son (objeto no identificado). Trozos de mierda que sabes que son tuyos porque los has visto explotar de tus propias entrañas, pero que no tienes ni pajolera idea de cuándo, cómo y porqué se originaron. 


¡En ese momento ya no hay marcha atrás! El recipiente explotó y no se trata de comprar uno nuevo o barrer y meter debajo de la alfombra. En el momento que la mierda aflora… ¡Apesta!

Así que no queda otro remedio que ponerse a limpiar. Pero ¿cómo se limpia aquello que ni siquiera se sabe identificar? ¿Necesitará una fregona? ¿Bastará con un cepillo? ¿Será necesario una aspiradora? ¿Una simple bayeta? ¿O contratar a un equipo experto en limpieza y desinfección? 


Te das cuenta que no te queda más remedio que tratar de recoger cada pedacito de mierda, para poder identificarlo, etiquetarlo y elaborar el plan de limpieza adecuado para cada uno de ellos.


No es una tarea sencilla, primeramente porque nos da miedo lo desconocido y también porque asusta ponernos de frente a nuestra mierda para lidiar con ella, sobre todo la que lleva años escondida y nuestro inconsciente se ha empeñado en ocultar incluso de nosotros mismos, y aún más la generada en nuestra infancia. Por lo general, ésta es la que más complicada se hace de identificar, ya que puede llegar a estar tan arraigada a nosotros, que podemos confundirla con que es parte de nuestro ser… (Quizás más adelante pueda profundizar en esas “heridas emocionales de la infancia” con las que tanto he conectado y sobre las que recomiendo enormemente ampliar información)


Requiere tiempo, paciencia y no salir huyendo por el miedo. Aunque uno se pueda llegar a sentir desbordado, poco a poco, y con ayuda si es necesario, se podrá ir reunificando todos esos pedacitos, y con el tiempo, ganas y esfuerzo, se podrá ir procesando cada pedazo. 


Algunos pensarán - ¿en serio? ¿que viva la mierda? Mejor que se quede donde está…

Sinceramente… no voy a mentir que la primera sensación que te invade cuando eres capaz de mirar a tu propia mierda de frente, es salir huyendo o cerrar los ojos como si nada hubiera ocurrido, pero cuando logras identificarla y reconocerla, te invade una mezcla de susto y horror, pero se convierte en mayor, el deseo de no continuar llevando “esa mochila” a cuestas, y por fin, encontrar la verdadera libertad y amor hacia ti mismo/a. 


Por suerte, mi recipiente ha estallado, si no hubiera sido así, quizás nunca hubiera tomado consciencia de lo que se encontraba oculto. Quizás no sea necesario que se rompa en todos los casos, quizás se pueda hallar la voluntad de indagar en que se esconde dentro para poder descubrirlo de voluntad propia. 


Aún con decenas de pedacitos de mierda que gestionar, debo estar agradecida por poder verlo, integrarlo y sanarlo. 


El Universo puede sorprender una vez más, haciendo encontrar verdaderas oportunidades, desatando lo que puede resultar apestoso y desagradable…

Comentarios

Entradas populares de este blog

Crónicas de un año para el renacimiento...

La oveja descarriada...